Pañuelo en la cabeza, como las chicas de antes, gafas enormes y unos labios perfectamente hidratados
"A la mierda" dijo girándose por última vez antes de entrar al coche en marcha.
Un buen Cadillac, un par de maletas atrás y la felicidad que puede llegar a tener un niño con juguetes nuevos, ella por fin se iba para siempre.
Marchaba por la carretera a 80, con estilo de los años 80, con música de los años 80 y se sentía tan rebelde como los de los 80 en un escenario.
La sonrisa no podía borrarse mientras sabía que tal y como se alejaba no dejaba nada atrás.
Lo que estaba conquistando al marcharse era algo más grande que ella misma, además, le acompañaba una certeza liberadora de que lo que ganaba era infinitamente mayor de lo que perdía.
En ese momento de su vida era capaz de hacer una contemplación honesta de aquello en lo que se había convertido en los últimos años; todo el sufrimiento por el que había pasado le habían hecho tomar decisiones que se llevaban a cabo implacablemente sin el menor rastro de duda.
Y cuantísimo le gustaba eso a ella. No dudar de lo que hacía y saber que se llevaba con ella la estabilidad y paz de quien es coherente consigo misma.
Una lección de años que tuvo que desaprender para volver a aprender y valorar de verdad.