domingo, 15 de septiembre de 2019

La industria del futuro

La encontraron fría. Igual que a la asesina. La habían violado y matado a inanición durante meses. Le habían llevado al límite del dolor justo hasta cuando el cuerpo está a punto de desfallecer... Entonces le echaban cubos de agua helada para que no se desmayara y así mil veces, sin tregua, durante meses. Como si de un reality se tratara.

Los detectives miraban sin poder apartar sus ojos de la culpable, que sonreía calmada, sentada en el suelo, en bragas negras y las piernas estiradas. Desde su posición, miraba la carnicería de la que se inculpaba como autora y sonreía satisfecha.

En la sociedad muchos la llamaron futurista, cineasta de la realidad, el futuro del cine de terror...

Desde luego muchas películas iban a basarse en ella, pero la policía esperaba de corazón que este tipo de crímenes no empezara a reproducirse como la pólvora con tal de ganar fama.

La joven, con una perpetua sonrisa, había estado retransmitiendo en directo 24 horas las múltiples torturas a las que había sometido a la víctima. Antes de matarla, se pudieron apreciar barbaridades como obligarle a comer sus heces; arrancarle todo el pelo del cuerpo, uno a uno, hasta las pestañas y cejas; separarle trozos de piel de la carne con fuego... Y así hasta que no dio más de sí.

Antes de que muriera se aprecia lo que ahora el nuevo mundo conoce como el abrazo que Judas nunca se atrevió a dar.

Millones de espectadores vieron como se acercaba al saco de huesos prácticamente sin vida de la víctima, le colgaba un anillo negro y plateado en el cuello con una cadena de cuero y le decía al oído en un último abrazo... "Lo entiendo y te quiero". Al separarse de ella, le volvió a tirar un cubo de agua fría y comenzó a practicar el coito con quien se ha identificado como el novio de la fallecida.

-Es una atrocidad.
-Y todo por celos.

-Esto no es un crimen pasional.
-¿Y qué es? Hizo que lo último que viera en la vida fuera a su novio montándoselo con la asesina...

-Esto es arte.- La inspectora miró al compañero que acababa de aseverar esa extravagancia.

-¿Arte?

- Tenía a más de un millón de espectadores diarios y una difusión de masas mundial... Eso es arte.

-Eso es una sociedad enferma.

-¿Quién dice que no lo estamos? Pero una cosa no quita a la otra. Es como ver porno, lo ves porque te satisface, porque no lo puedes creer 100%, porque es algo que todavía nadie había conseguido dar en medios masivos ni hacer llegar más allá de la deep web... 

Años más tarde, agencias y productoras centradas en este tipo de cine comenzaron a rodar miniseries ficticias con malas lenguas tildándolas de realistas para el bien de la industria, recreando los sucesos de ese día de octubre.

-No puedo creer que tuvieras razón- Lamentaba la inspectora tiempo después.

-¿Has visto Solé, El ciempiés humano, A Serbian Movie...?
-No...
-Por eso ahora te sorprende. Esto era la industria de la muerte anunciada.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Somos unos genios

Somos unos genios, unos cracks, unos máquinas, para lo que queremos.

Se nos da genial el autoconvencimiento.

Constantemente nos estamos contando cuentos. Nos estamos ordenando sentir, nos ordenamos hacer, decidimos decir unas cosas en lugar de otras... Incluso nos autoconvencemos de que NO nos estamos autoconvenciendo. Es una locura, ¿a que sí?

Pero hay ocasiones en las que el poder de tu decisión y autoconvencimiento no alcanza a cubrir tus necesidades. Enfrentarse a la muerte, a la pérdida, es una de esas situaciones que se van de nuestro control. Son momentos en los que te preguntas ¿Por qué pasa esto? y ahí no hay un cuento lo suficientemente grande que contarte y que sirva para aliviarte de la realidad.

Vivimos en un cuento, que tiene capítulos y a cada capítulo, como a toda historia, le llega un final. Y normalmente, no elegimos ese final, por eso no nos cuadra la historia. 

A esto se le llama el despertar de la conciencia, cuando reparas en tu verdadero ser, no en el protagonista e tu cuento. En esos momentos, o te decides a reinventarte o mueres. 

¿Qué cuento vas a contarte a la próxima, cuándo todo se desmorone, genio?



sábado, 7 de septiembre de 2019

De lo que tengo

Una vez alguien me dijo que cuando ya has aprendido todo lo que necesitas en este mundo, cuando mueres, vas a un lugar maravilloso y no tienes que reencarnarte en la tierra para aprender nada más.

Lo que pasa es que cuando conoces la verdad y has cumplido tu cometido, te enamoras tanto del mundo que necesitas quedarte o volver toda una vida para contemplar sus maravillas y dar todo el amor que sientes por el mismo. 

Eso me dijiste.

Yo no sé si estoy en ese momento o si es cosa de que te tengo en mi vida, pero me encanta jugar con la espuma de mar, la que se queda en el tobillo cuando caminas por la playa. 

Sonrío con las hojas secas y adoro su olor, sonido y color. 

Me flipa la puesta de sol casi tanto como el amanecer y me quedo con las luces de la tarde que se encienden antes del café.

Y ahora, más que nunca, estoy aprendiendo a vivir de lo que veo y de lo que tengo. Del agarre de manos de otros enamorados, del goce de los que entienden que lo que tenemos es este segundo. Me encanto con la fuerza con la que te intentas apagar cuando puedes usar toda esa fuerza para volver a despertar. 




viernes, 6 de septiembre de 2019

A destiempo

Nunca vamos tarde, solo a destiempo. Atrapados por un vaivén de fracasos que debemos tomar como enseñanzas, de malas épocas en las que se te dice que "nada es tan malo, depende de cómo te lo tomes".

Hay un trabajo detrás de cada persona y de cada sonrisa, hay una decisión de seguir vivo ese día, decisiones que no te planteas conscientemente, pero que ahí están.

Necesitamos milagros y versos.

Más ratos a solas.

Más música que nos revuelva.

Más días de "y por qué no", pero que nos salga a nosotros mismos, no que nos presionen para hacer algo.

Hagámonos valer de la razón en equilibrio con el corazón para seguir decidiendo que todo vale la pena porque no llegamos tarde, 

solo a destiempo.


Enseñar y aprender

Enseñar y aprender. Nunca imaginé que irían tan de la mano, que serían tan recíprocos. Cuando fui alumna nunca imaginé estar enseñando a mis...