El odio también cambia, con el tiempo, con los años y las prioridades.
Pero es una condición humana, para Nietzsche el odio es el bien desvalorizado.
El bien por no obrar el mal. El bien interesado en una contraposición y lucha de intereses de la realización humana.
El odio lleva implícita una violencia contra lo que nos hace mal. Evitar, frenar o destruir, tres pasos de contención de una desgracia mayor que nos provoca tanto rechazo que perdemos el control.
Es cuestión de supervivencia, detectar como peligroso y desagradable a alguien o algo.
“El hombre de conocimiento debe ser capaz no solo de amar a sus enemigos, sino también de odiar a sus amigos”.
Ya sea como algo pragmático o como dice Aristóteles, una cura para el desamor, el odio es bueno si se consume con razón y se libera con intención.
domingo, 5 de mayo de 2019
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