Flor sintió como le faltaba el aire, sus piernas se
doblaron y cayó inevitablemente delante de unos sorprendidos y preocupados compañeros.
Muchos se acercaron a ella tratando de ayudar,
cuidadosamente James la cogió en brazos y la llevó a paso ligero a la
enfermería de la universidad.
Entró rápido sin entender muy bien como se sentía, lo
único que tenía seguro era que pensar con claridad era una misión imposible y
que el cuerpo inconsciente de Flor estaba más frío que la nieve entre sus
brazos.
Entró en la blanca sala y la enfermera, Pomelo, corrió
del pequeño despachito hacia los jóvenes.
-¿Qué ha pasado muchacho?
-No lo se-Dijo nervioso- tan solo se calló y se golpeó
la cabeza con el suelo.
-Oh pobre muchacha ahora mismo la reviso.
La señora Pomelo cargó con ella hasta la camilla, a
pesar del tamaño de la mujer tenía una
fuerza que dejó a James perplejo.
El chico se quedó de pie observando el minucioso
trabajo de la enfermera.
Primero le tomó la tensión, le miró la fiebre y con
una linternita abrió y rebuscó bajo los párpados cerrados algún síntoma de
derrame.-¿Pero qué hace?¿Buscar petróleo o qué?-Pensó James entretenido, aunque
seguía sintiendo una punzada de preocupación al ver que Flor no respondía.
Con los brazos cruzados en el pecho aguardó paciente
hasta que Pomelo terminó su reconocimiento.
-Bien muchacho, dime tu nombre.
-James.
-¿Apellidos?
-London Firch.
- Lo tengo señorito… James London Firch. ¿Correcto?-Repitió
rellenando con letra desgarbada un parte médico.
-Si señora.-Contestó un poco impaciente.
-Perfecto. ¿Y sabe el nombre de la chica?
-Flor Millian Sun.
-Bien, son amigos.-Dijo con notado entusiasmo.-
Necesitará a alguien para volver a casa, en cuanto se despierte avíseme que tan
solo tiene un chichón.-Finalizó caminando de nuevo hacia el despacho dejando a
James solo.
James nunca había estado en la enfermería, acababa de
empezar la universidad pero en su instituto nunca la necesitó. Habían hileras
de camas de hospital separadas por un biombo que no daba mucho paso a la
intimidad, pero al menos era algo-Pensó.
La luz del lugar completamente artificial mostraba a
Flor pálida y demacrada.
Curiosamente la última vez que la vio fue exactamente
en las mismas condiciones.-sonrió sarcástico para si.-Tenía ese peculiar efecto
en las chicas.- Se acercó a la camilla en la que reposaba y se sentó en un
incómodo taburete negro a su lado.
Inspiró para relajarse pero todo lo que consiguió fue
inundarse de ese repugnante olor a sanidad. Una horrible mezcla entre sangre,
gasas y medicamentos. Recordó que no pudo soportarlo desde que tuvieron a su
abuelo en cama por una rara enfermedad.
Vio como poco a poco los típicos muebles de una
habitación fueron sustituidos por otros más “prácticos” y ruidosos repletos de
tubos, agujas y vete tu a saber que más. Su abuelo le contó, antes de dejarlos
para siempre, que prefería morir en casa que salvarse en el hospital, el
también los odiaba.
Suspiró resignado y se centró en Flor.
Seguía sin moverse, estática. Pero él no solo la
recordaba como una niña débil, paliducha y miedosa.
También la recordaba riendo tras los matojos de jazmín
del jardín en el que pasaban las tardes jugando al escondite y al pilla-pilla.
Cantando juntos villancicos por navidad, amenizándole
así aquellas estúpidas clases de canto a las que su madre se empeñó en
apuntarle.
Oh, y también los vasitos de agua helada que le
derramaba por la cara todas las mañanas para despertarle.
Como odiaba que lo hiciese, nada más horrible que despertarse
con agua helada por cortesía de tu mejor amiga y que todo quedara solucionado
con unas fresas con nata para desayunar.
Definitivamente después de que se convirtiese en mujer
dragona todo había cambiado.
Los arrebatos y cambios de humor, la constante pelea
entre sus madres decididas a alejarlos. Que si Flor no es una buena influencia,
que si te puede matar con solo verla y tantos, tantísimos “que si” más, que
decidieron escapar juntos.
Dejaron la alquería en la que vivían sus familias
juntas, dejaron atrás los campos de trigo y los parajes conocidos, en fin… Toda
una aventura para unos chiquillos de doce años. Aun se quedaba sorprendido con
lo lejos que consiguieron llegar…
Maldita su suerte al descubrir que esa noche había
plenilunio y tuvo que abandonarla, dejarla sola en medio de la nada, era un
descampado de tierra y polvo, no había un solo árbol bajo el que esconderse ni
una roca con la que protegerse. Si las cosas hubieras sido diferentes, si
hubiera sabido lo que sabía ahora, o hubiese tenido la fuerza y edad actual… No
la hubiese dejado, ahora que la tenía ahí
no iba a perderla de nuevo.
Tantos años buscando y preguntando por ella. Tenía
tantas incógnitas en mente, tantas decepciones se había llevado volviendo al
lugar exacto en el que la dejó, no supo como encontró de nuevo el descampado,
ya que se fugaron de noche y todo pasó muy rápido.
Ese mismo día al amanecer la policía le rescató con
una pierna rota y muchas heridas en el bosque.
Que tonto se sintió cuando se lo contaron. Que había
huido de su mejor amiga como un cobarde y aun más en dirección opuesta a su
casa.-Rió ahora socarronamente recuperando el hilo de sus pensamientos y
volviendo al presente.
Flor había despertado
y le miraba incrédula.
-Hola…-Murmuró.
-Hola.
-Cuanto tiempo ¿Eh?-
Dijo Flor en un amago por sonreír.
-Si…
Bastante.-Contestó James mirándola fijamente.
-Hace ocho años.
-Ocho años y medio si
no recuerdo mal.
Flor asintió y miró
su propio cuerpo, sentía las manos agarrotadas, tendidas a ambos lados de este.
Dos noches atrás se
convirtió en dragona, así que ahora le costaba recuperarse más de lo normal,
sus paseos aéreos la dejaban exhausta.
Con un nudo en la
garganta se le llenaron los ojos de lágrimas.
Lo que había sentido
al ver a James en el aula había sido indescriptible, mil recuerdos y
sensaciones se le agolparon en la mente.
En su inconsciencia
casi había tenido la certeza de que al despertar todo habría sido un sueño, un
nuevo día comenzaría y James… Su James no iba a estar ahí.
Pero esta vez se
equivocaba, sentado a su lado mirando al suelo y frotándose nerviosamente las
manos, ahí estaba, con ella.
Y algo tenía claro,
estaban de nuevo juntos y ahora todo iría bien.
Como si le leyese el
pensamiento, James acarició el dorso de su mano con la punta de los dedos, como
si fuera de cristal.
-No voy a romperme
James.-Dijo divertida.
-Lo se… Perdona,
pareces tan débil.
-Pero no lo soy.-Dijo
uno o dos tonos de voz más alto de lo prudente.
Pomelo levantó la
vista y miró desde la pequeña ventanilla del despacho a los jóvenes, ambos la
miraron alertados por el elevado tono de voz de la chica y, resignados vieron
como la enfermera venía hacia ellos.
El joven se molestó
una vez más por el nefasto control de las emociones de los animales
mitológicos, aunque en verdad Flor sin ningún dragón dentro, también era puro
genio.
Ambos esperaron a que
Pomelo la revisara por última vez y le recetase un anti inflamatorio.
Todo el rato Flor seguía
molesta tratando de poner sus pensamientos en orden, ahora lo mas importante
era que James supiese la verdad y todo lo que ella misma había descubierto.
Desde como le
encontraron los policías aquella noche, la tierra para dragones en la que se
había resguardado hasta que dejaron de buscarla… Hasta lo más importante de
todo.
-James, ¿Quieres ser
mi jinete de dragón?
James abrió los ojos
como platos, aun no había acabado de asimilar bien las aventuras y engaños que
había estado padeciendo en los últimos ocho años.
Boqueó un poco para
decir algo pero solo consiguió quedarse sin aliento.
-Tu… Tu jinete.
-Si, eso mismo.-Dijo
nerviosa-Tan solo tienes que cuidarme las noches de plenilunio y bueno, si
quieres montarme otras noches…
-¿¡Montarte?!
-¡No, no! No me
malinterpretes montarte en mi lomo con la forma de dragona.-Contestó
rápidamente tratando de calmar a su amigo que se apoyaba pálido en uno de los
árboles del paseo.
-Lo había entendido
perfectamente, ¡Y eso, justamente eso, es lo que me preocupa!-Exclamó
-Shh baja la voz se
va a enterar todo el mundo.-Dijo molesta- No tienes que hacerlo si no quieres.
Pero te acabará gustando.-continuó con un deje de suficiencia.
Ahora lo controlo
todo, se moverme con mi otro cuerpo, se controlar las llamas…
-¿Llamas?-Dijo cada
más preocupado.
-Si, ¡Aprendí el año
pasado! Me aparecieron por primera vez hace tres, mientras comía salsa picante
en un restaurante mejicano.
-Ah… Y.. ¿Y qué pasó?
-Quemé el
restaurante.-Dijo bajito sonriente.-Soy una de las dragonas con más potencia en
llamas.
A pesar del shock, el
entusiasmo de Flor era contagioso y rió aflojando toda la tensión.
-Bueno, ¿Qué me
dices?-Preguntó Flor aun con la sonrisa en los labios.
James suspiró también
feliz al fin.
-Claro que seré tu
jinete.-Inmediatamente sintió unos brazos alrededor de su cuello envolviéndole
a la fragancia de su infancia y así abrazado a su mejor amiga y dragona creó un
lazo que no les volvería a separar jamás.
By:Kiissy
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