No sé si dios existe ni quiero tener la pretensión de tener la verdad absoluta.
No sé si hay una verdad absoluta y si la conoceré algún día.
No tengo ni idea de cómo seguir muchos días, tampoco sé cómo lo consigo pero siempre lo hago.
No sé por qué tengo a gente tan increíblemente bonita a mi alrededor, esa suerte que me vino desde que nací con la familia que escogí o me tocó y se ha ido extendiendo a mis amigos, parejas, compañeros de camino e incluso compañeros de trabajo.
No puedo ni imaginar qué es lo correcto y lo incorrecto porque asumo y acepto que esta jungla de cemento en la que vivo no voy a poder encontrar más que un atisbo de lo que fue el mundo cuando se supone que todo se regía por las leyes naturales.
Ahora estamos contaminados, o eso dicen porque yo no lo sé. Tantos siglos de evolución para acabar sabiendo que yo solo sé que no sé nada. Al menos ahora la palabra "solo" se escribe sin acento.
Lo único que ahora puedo hacer es seguir un camino donde abrazo lo bonito, lo que me cuida y lo que necesita ser cuidado. Mantengo lo que brilla y doy luz a lo que necesita ser encendido.
Esta declaración de intenciones es un grito desesperado por hacer lo correcto.
Porque si mi Dios me pide que rechace y no abrace.
Si en mi vida no hay espacio para otra mentalidad aparte de la mía.
Si caminar de prisa es mi única meta.
Yo no tendría ni Dios, ni vida, ni camino que valiese la pena.