domingo, 23 de agosto de 2020

BASTA. Por mi prima.

Muchas veces siento que no soy nadie para hablar de política.

Casi siempre pienso que no tengo ni idea de economía como para opinar sobre la próxima crisis y que las medidas sociales y culturales son algo que van escapando de mi control.

Yo apenas tenía 18 años cuando el feminismo empezó a estar en boca de todos (otra vez) y yo, desde mi ignorancia constatada veía las incongruencias.

No pensaba que yo hubiese sufrido de machismo. NUNCA. 

No entendía por qué los homosexuales tenían que salir a la calle con pelucas para hacerse de notar... Si con eso solo conseguían más burlas y diferencia.

No creía que depilarse fuera algo que se me imponía, sino que yo prefería ir depilada porque sí.

Con el tiempo he ido trabajando mis pensamientos. Intentando tener un razonamiento crítico, llegué al agotamiento... y acabé por encontrarme en un limbo "centrista" en el que nada es blanco o negro. 

Anduve argumentando en un paréntesis en el que todo es aceptable hasta cierto límite, pero que ese límite era demasiado subjetivo como para saber decir basta. 

Hasta que mi prima cumplió 10 años y empecé a escuchar esto de ella:

-¿Cuándo va a ponerse un top? Ya tiene edad y se tiene que ir acostumbrando...

-Madre mía que peluda ha salido, que mal lo va a pasar con la depilación.

-Es demasiado independiente y nada cariñosa... Tendrá una adolescencia difícil.

-Menos mal que no es una niña gorda, así le irá mejor...

-Dentro de nada la regla... Disfruta mientras puedas que te queda poco para ser una mujercita.

Y ahí mi cabeza hizo algo raro, no diría que fue un clic sino que sentí como le echaban gasolina a mis ideales, le daban alas a mi fuerza y me hacían salir de ese centro para decir BASTA. 

Encontré la línea que me hizo decirlo.

Una línea muy clara en la que se le delimitaba a una niña de 10 años su etapa de felicidad y le marcaba cual sería su cruz para la exclusión social.

Me miró y me dijo que si quería jugar a ser Harry Potter y que construyésemos Howarts con una colchoneta y yo le dije que sí. 

Lo que no sabe (todavía) es que ahora ella es mi motivo para salir a la calle sin depilar y con falda. Porque me apetece, pero porque me apetece de verdad aunque tenga que hacerme la valiente.

Es mi motivo para ir a la playa cuando he engordado más que mis amigas y disfrutar el doble.

Es mi motivo para que cuando alguien dice algún comentario que la sitúa como blanco de discriminación social "a no ser que...", no quedarme callada y hablar. Hablar y ponerme seria. 

Es mi motivo para decirle que cuando le baje la regla, su desarrollo físico irá más rápido y que algunos idiotas le dirán que tiene mucha o poca teta, que seguro que le dicen que ha engordado cuando realmente es que se le ha desarrollado la cadera... y que le van a mirar mal si no quiere usar tampón y quedarse en el borde de la piscina... Pero que todo eso no importa. 

Que a veces duele y a veces no, pero que su prima mayor va a hacer lo que esté en su mano, como el resto de mujeres y hombres comprometides, para que si tiene endiometriosis, pueda no ir a trabajar ese día en el que los ovarios parecen bolas de fuego con tallos de espinas.

Le voy a decir que si quiere novia, yo la voy a querer igual que si quiere novio.

Le voy a decir que lo que dicen los demás es un reflejo de si mismos pero también de la sociedad, que no se preocupe... Que su prima hará que ella tenga más alas de las que tuve yo.


Porque su futuro es serio, 


es importante, 


y el mío 


y el de todes. 







domingo, 2 de agosto de 2020

Los pisos verdes

¿Quién vive en un edificio de color verde?

Pues mis vecinos y yo, eventualmente.

Las cosas cambian muy rápido. Los que están arriba de pronto pasan a estar debajo y eso que dicen que más vale vivir en una choza con risas que en un palacio llorando, es verdad.

Me he comido la hamburguesa más feliz de mi vida en un piso verde, donde era invenciblemente cachorro y desde luego muy muy afortunada sin saberlo.

Unas cuantas primeras veces, como poner la lavadora, cocinar para dos, tener la cama hecha y deshecha en un bucle sin fin...

Cenas con vistas aunque no haya terraza y terrazas con vistas al mar, a la montaña y a ti.

Lloreras que acaban en risa, abrazos de verdadero dolor por la despedida pensando que no habría una nueva bienvenida y así, en unos pisos verdes, fui haciéndome, a temporadas, al color de sus paredes.

Hay mucho drama de por medio pero releyendo estas líneas entiendo que he hecho más que muchos, que he luchado en la acera de enfrente y en ese edificio verde he vivido y sentido lo que se tiene que vivir y sentir cuando se está vivo así que gracias. 




Enseñar y aprender

Enseñar y aprender. Nunca imaginé que irían tan de la mano, que serían tan recíprocos. Cuando fui alumna nunca imaginé estar enseñando a mis...