Pues mis vecinos y yo, eventualmente.
Las cosas cambian muy rápido. Los que están arriba de pronto pasan a estar debajo y eso que dicen que más vale vivir en una choza con risas que en un palacio llorando, es verdad.
Me he comido la hamburguesa más feliz de mi vida en un piso verde, donde era invenciblemente cachorro y desde luego muy muy afortunada sin saberlo.
Unas cuantas primeras veces, como poner la lavadora, cocinar para dos, tener la cama hecha y deshecha en un bucle sin fin...
Cenas con vistas aunque no haya terraza y terrazas con vistas al mar, a la montaña y a ti.
Lloreras que acaban en risa, abrazos de verdadero dolor por la despedida pensando que no habría una nueva bienvenida y así, en unos pisos verdes, fui haciéndome, a temporadas, al color de sus paredes.
Hay mucho drama de por medio pero releyendo estas líneas entiendo que he hecho más que muchos, que he luchado en la acera de enfrente y en ese edificio verde he vivido y sentido lo que se tiene que vivir y sentir cuando se está vivo así que gracias.
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