Estoy aquí postrada, intentando remar hacia delante, intentando ser fuerte, intentando no caerme, intentando seguir y no mirar mal a la gente.
Vivo queriendo apartarme y acabo aislándome porque nadie es capaz de decirme que me quede.
Ha dolido, duele y dolerá. Seguirá doliendo y es así como me voy desapegando de quién soy, es así como acabo por hacer una bomba de humo y desaparecer, como siempre.
Las amistades que se jactan de verme caer, pronto verán cómo despego y no vuelvo a aparecer.
Voy a volar y veré cómo caen las hojas un poco más rápido que ayer.
Un torrente de emociones baja de mi garganta al intestino, como si por fin lo pudiera digerir. Como si aceptar el crudo destino es lo que necesitaba para no sufrir.
La aceptación es una losa que saca todo el veneno de dentro y lo deshace hasta que se queda hueco.
Y es que que desde que tengo un mínimo control de mi mente, solo consigo procesar escribiendo en un teclado todo lo que siento y que quiero dejar pasar.
Hojas caen, hojas vienen y otra estación que se va. Yo me quiero ir con ella, quiero flotar.
Quiero volar, y encontrar otros montones con más hojas secas en los que descansar.