Era uno de esos días en los que se me hizo bola la espera. Estaba a un paso de lograr un sueño y me sabía a nada, insípido.
Fue como una destrucción de matices que anhelan el éxtasis. Contradictorio. Dentro de mi cuerpo, sin tener una dirección hacia la que remar se notaban suspiros precedidos los unos de los otros.
Todo el mundo a mi alrededor parecía tener claro que si seguían un camino, tendrían un claro destino.
Por eso les era tan fácil elegir o cambiar, siempre tenían una seguridad de que A conduciría a B.
Pero no.
En el mundo existe una Dacy, una chica de 1.60 cuando la levantaba el médico y de 1.20 en la silla de ruedas.
Una moto de agua en sus vacaciones familiares se llevó sus piernas y con ellas su plan A ya no conducía a B.
También están un Pedro y una Virginia, banquero y panadera con una bonita casa en la playa que acaban teniendo un hijo ciego y el funeral del gemelo.
A veces hay Perdos, Virginias y Dacys muy preparados por ahí que hacen que las cosas que te llegan sean fáciles de llevar.
Ojo que también hay personas que planeaban llevar una vida ordinaria y resulta convertirse en la más extraordinaria de todas. ¿Qué hay de esa refugiada de guerra que publicó un poemario y ahora es escritora de éxito?
Se cambia el plan pero siempre se camina hacia delante.
En mi caso, como no hay plan A, puedo quedarme sin manos que no me chafarían el plan, solo la vida.
Posiblemente solo hasta entender que realmente mi plan A es vivir una vida de infinitos planes B.
La música de la sala de espera de repente cambió y entró un chaval joven.
– ¿Eres Sofía?
– Sí
– Te vamos a publicar el libro, pasa con el editor para firmar.
Sonreí sin sentirlo, firmé, sueño cumplido y ¿ahora qué?
Miré por la ventana del despacho de la firma. Había una nube con forma de Perdo, Virginia y Dacy. Había una nube con forma de B.
Sonreí y pude sentir que mi camino sería para contar miles de planes B o no sería.
– Gracias por todo y feliz año
– A ti y enhorabuena. Feliz año.