Menos mal que no tuve que irme, que no hice caso ciego de quienes me decían déjalo todo y prueba a alejarte.
Pude entender que madurar y hacer mi nido no era abandonar el que me habían dado mis padres, pero sí poner distancia.
Qué lección de vida más complicada.
Al final solo había que decidir ir a cenar unos tacos un domingo noche con una persona a la que quieres, o dos, o tres, o contigo, pero ir. Y cenar el taco, hablar con el camarero, pasear hasta casa y hacerte un colacao antes de dormir mientras escribes lo que sientes.
Al final la felicidad solo era cuestión de volver a lo de siempre.
Dar las buenas noches a quien quieres. Dormir sin miedo del día siguiente.
"Podemos tener dinero pero nunca seremos más ricos que ahora" Eso me ha dicho hoy mi madre, mientras comíamos en familia y todos con salud. Qué sabia es, qué suerte tengo, qué ganas de seguir volviendo a lo de siempre y que un domingo sepa a familia, amor, salud y tacos.
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