No ha cambiado nada, tanto tiempo, tantos sueños, tantas ganas...
Nada.
No hay nada como la constancia de algo. Aunque sea malo.
Ver como la muerte que de forma constante forma parte de la vida.
Viene de frente y se va sin despedirse.
Como el ácido sobre el mármol, que no dejará de ser corrosivo y mermar su brillo.
Todos tenemos algo constante dentro, podrido, que nos devora que nos oxida hasta el final y con ese algo somos y vivimos y seguimos creyendo en algo así como la inmortalidad.
Una inmensidad ajena a la vida que inevitablemente bebe de ella.
No ha cambiado nada, todo es blanco o negro. Y en medio, tantos grises como segundos tiene el tiempo.
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