viernes, 15 de febrero de 2019

A la contra

Hay cierto placer en llevarle la contraria al tiempo, al sueño y a los sueños, a la vida en general. Que si eres joven te quieres morir y si ya le das la mano le haces ascos porque te tienes que ir.

Hay placer porque no es lo que toca, hay placer porque el mundo no tiene hora, el sol sale porque le apetece y las nubes le tapan porque quieren. La luna no alumbra, hace sombra y las estrellas mueren más que las personas.

El placer es hacer algo natural. Hacer el amor da placer porque en este mundo el espacio para las caricias está restringido, porque los besos todavía tienen género y la moral se apoya más en el debería que en lo que realmente apetece.

Tengo sueño, así que voy a soñar, pero despierta. Ayúdame a llevarle la contraria al mundo y a dejarlo todo atrás, para encontrar un mundo nuevo, cuando parece que no puedo pedir nada más.

sábado, 9 de febrero de 2019

Vivir sin luchar

Si cuesta, si duele, es que vale la pena. ¿Quién no ha oído esa frase? Yo crecí con ella pero mi madre siempre luchó contra los que me la decían y me susurraba lo más fuerte que podía, "si cuesta es que no es para ti, si duele es que no vale la pena".

Tiene razón, en parte, sé que no tengo que luchar por nada porque, realmente, la vida da lo esencial. Pero hay gente que te lo quita.

Cuando quieres algo en la vida, siempre hay terceros, que, por alguna razón, van a querer desmoronarlo. Ya sea la envidia, los celos, el odio...

Si quieres algo has de luchar por conseguirlo, cuando lo tienes, si lo sigues queriendo tienes que luchar por mantenerlo y protegerlo y así es como se hacen las cosas importantes, así es como se crea una familia, como se consiguen las metas. Yendo a por ellas aunque duela, aunque cueste...

Hay veces que nos obcecamos en una meta, pero tal vez no es para nosotros. Otras veces, simplemente, hay que elegir y al elegir, estamos luchando porque perdemos y ganamos a la vez.

Resumiendo, me quedo con la frase de "hay que saber elegir las guerras que luchamos" porque no puedes ganar sin pelear y no puedes vivir sin intentarlo.



Foto que puede ser perfectamente un auto retrato mío intentando vivir sin luchar.

Final


Momentos… Eran todo gotas de felicidad.


Eran suspiros de alivio entre una tempestad de emociones,
por momentos podía sentir un beso si fotografiaba a unos novios
en el reportaje de su boda, me gustaba adivinar las miradas, sentir su energía.
Igual pasaba con las plantas, las flores su propósito, sentirme diosa y esclava,
de las limitaciones físicas y de encuadrar a libre albedrío la propia sentencia de
muerte de unos cuantos planos.


El lavadero de Cerezuela, qué pueblo más simpático.
Qué cantidad de fantasmas se me aparecieron mientras lo inmortalizaba.
Por supuesto me refiero a los fantasmas del pasado, no de los que hacen "bú"
y van con sábanas blancas y cadenas.


-Perdona, ¿eres Emma?


-Sí, hola.- Qué mal llevo que me saquen de mis ensoñaciones.


-El comandante nos avisó de que venías. Te llevaré a dónde haremos la sesión.
Tras una breve pausa añadió con un atisbo de inseguridad ¿Me acompañas? - Sé
que se odiaba a sí misma por dejar ver esa inseguridad, pero no entendía por qué
yo seguía agachada frente a un puñado de hojas secas. Sé leer ese rostro y me
cae muy bien la gente que se deja leer.


-Sí, en seguida- Cambié mi rostro y puse la sonrisa más amable y menos de loca
que me permitió el desconcierto del momento. Ahí fue cuando reparé en ella.


Quiero decir, ya sabía que estaba ahí, pero la vi, lo vi. Esa chica tenía algo, tenía
que sacarle una foto, necesitaba estar en una pelea entre mi objetivo y su mirada.
Necesitaba sacarla orgullosa de esa inseguridad, derrochando valentía, eso es lo
que va con ella.


Seguí sus pasos a una distancia corta muy molesta que se interponía entre
mi mente
y el resultado mientras elocubraba cómo captar en una fotografía una forma
de caminar.


Iba a ser un día muy largo.

Te odio

Te odio muchísimo.

Te odio por tu existencia, te odio por respirar, te odio por la vida que tienes en los demás, te odio porque sigues ahí, te odio porque tu presente parece que no se acaba, porque tu mundo quiero que sea ya el mío, porque me pertenece, porque ya me toca a mi y porque es mío.

Quiero quitarte de en medio, quiero matarte de todos los recuerdos, quiero que nadie que esté a mi lado te salude por la calle, porque no estás, porque no eres nadie.

Te odio porque odiar es ponerme contra algo o alguien que me quita lo que quiero y yo lo que quiero es estar tranquila, respirar sin miedo, que no se me remuevan las tripas cada vez que oigo tu nombre. Pero lo oigo mucho y se me va el aliento cada minuto que mi mundo roza un poco tu vida, que debería estar lejos de la mía. Cada vez que mi mundo dice que te quiere ahí, y yo no quiero...

Porque ya me han querido,

y no tiene que ver con la confianza ni de amor...

Porque mi mundo puede querernos a las dos,

ya he sentido eso y no lo quiero sentir otra vez.

Quiero para mi lo que es mío.

No es una amenaza, es un hecho, así que largo.




lunes, 4 de febrero de 2019

Intentarlo

Jugar, intentarlo ¿Por qué no?

Volver a probar todas las decisiones. Recordar el sabor, darse cuenta de las posibilidades y perderse en el cambio de las experiencias. Eso pensaba Emma el 4 de febrero, sobre las 12 de la tarde.

Música y ruidos en un bar con suelo fino, parece despuntar el café servido con las tapas de marisco, las risas del humo... Es el último clandestino que permite fumar dentro a sus amigos, todos policías, un negocio vivo, desde luego.

Faltaba el repartidor de la mejor mesa de póker de la ciudad entre los grupos de la tercera edad que echaban los dados en modo automático. Más que ciudad era un pueblo grande que entre la crítica en los ojos de la gente saltaba la compasión por el vecino minutos después de haber hablado mal del mismo. 

Olía a medio día sin final, entre cocina y humanidad. Por la ventana entraba el sol temprano, estaba bien orientada, el reflejo de sus cristales alargaba la tarde como un día sin pan para los que necesitabamos que llegara la noche y descansar.

Jugar e intentarlo. Un día más. Es agotador. 

Miré el vaso de la mesa de al lado y me incomodé de las migas de pan en la mía. Sentí que me miraban y sumergí la cabeza en el periódico del día.  Ni idea de lo que ponía, pero estaba cansada y aparentar que leía me consumía la energía justa y me daba la excusa perfecta para no responder a nadie con una mentira opresora ni con una verdad punzante. 

Hace tiempo, cuando me preguntaban cómo estaba, pensaba que un "bien" bastaría. Pero no fue así. No me sentía satisfecha ni ellos se quedaban tranquilos con esa afirmación liviana.

Estaba cansada y en casa no había un rincón dónde pudiera sentir la calidez de un hogar. Pasó la página por tercera vez, la yema del dedo se quedó seca entre el aire y el papel y la tinta negra entumeció la huella poco antes de que la chupara para que ocurriera por una cuarta y quinta vez hasta que no quedaron hojas en ese refugio de celulosa así que me levanté, dejé mi plato vacío, las migas con los surcos de mis codos y unos euros en la mesa.




A los que me han 'destrozado'

Esta carta no es anónima, el dato que falta por concretar, es el destinatario.

La infancia y adolescencia. 

Un día en la fila del colegio empezaron a llamarme 'gorda' y 'abuela' porque llevaba un vestido de flores y porque era una niña tan delgada que llamaba la atención.

Otro día, una de las chicas que más se metía conmigo me tiró del pelo y me dijo que me defendiera, le dije que no quería y después de estar más de medio recreo insistiendo y molestando me dijo que si le clavaba las uñas en el brazo, se iría. Dijo que era lo justo después de haberme tirado del pelo. 

No lo hice. 

Se las clavó ella misma.

Se mojó los ojos con saliva y se fue a la profesora de guardia a decirle que yo le había hecho daño. Por suerte no la creyó, pero nos castigó a las dos.

Cuando iba a la academia de inglés, en una de las clases fue un profesor sustituto a cubrir una baja por maternidad. Participaba mucho en la clase (no más que con la profesora que estaba de baja) decidieron que era un buen momento para decir que estaba enamorada de él y avergonzarme hasta hacerme llorar, clase tras clase.

Tuve que fingir que no me interesaba la clase ni participar, hacerme lo más invisible posible. 

En la época del cambio, cuando bajaba la regla, en la hora del patio algunos de clase se escondían para registrar las mochilas y pupitres y ver quien de nosotras llevaba compresas o tampones y luego los robaban ponían sobre la mesa o nos pellizcaban el hombro para saber si llevábamos ya o no sujetador, con la misma tontería, nos levantaban la falda.

Dejé de llevar recambios de compresa y falda a clase. A otras les hacía gracia, eran sus amigos, a mi me daba asco y angustia, solo me hablaban para meterse conmigo.

En la asignatura de Educación Física, cuando habían pruebas de carreras y velocidad, yo era la más lenta de la clase, junto con mi mejor amigo. Además, nunca hablábamos en clase y tardábamos en entregar los trabajos.

 Por eso una profesora decidió llamarnos "Mustia Flor y Tortuga Presurosa" 

Ahora me río. 

En aquel entonces hizo que suspendiera la asignatura y que no pudiera defender a mi amigo porque estaba demasiado afectada con lo mío.

En clase de lengua, puse mal un adjetivo, la profesora me avergonzó y estuvo recordándome el error durante un mes. Por supuesto, eso hizo que mis compañeros también. Pasé de sacar sobresalientes a pensar que no valía para mi asignatura favorita, me quedé en un 6 de media. 

Cuando tuve una mejor amiga, casi todos los días me decía que ya no lo era, que era la segunda mejor amiga. Cada día era por alguien diferente.

Dejé de creer en las relaciones de amistad especiales. En los vínculos fuertes de amistad. No me fío. Aunque nunca dejé de querer a mis amigos, no soy capaz de considerarlos la familia que elijo, eso es mi pareja y mi perro.

Recuerdo estar tan sola y necesitar tanto una amistad que confié cuando dos de las que más daño me hacían me decían que habían cambiado y que podía contar con ellas para desahogarme. Conté mis cosas para luego enterarme de que las difundían para luego hacerme daño con ellas. 

-¿Pero no éramos amigas?
-¿Ah, sí?

Lo aprendí rápido. A día de hoy mis amigos no saben lo que me pasa hasta los dos o tres meses después. Esto es ahora parte de mi carácter y no me hace débil ni fuerte, simplemente yo. Me alegro de cuando alguien tiene ese vínculo con alguien. Pero no lo envidio.


Siempre he tenido amor por el teatro, me dieron el papel protagonista para la obra final cuando hice el curso. 

Mis compañeros, los mismos de clase, aprovechaban en los momentos en los que había que mostrar emociones para burlarse de mi en los recreos el resto de la semana. 

Por eso me daba tanto miedo hacer el ridículo, así que conseguí que la actuación se cancelara aprovechando un enfado de mi profesora por el "mal comportamiento" de mis compañeros.

Tuve una pareja que me hizo sentir que yo tenía la culpa de mis sentimientos. 


En los estudios nunca fui mala, pero tampoco la mejor. En natación nuca me sentí mal, pero seguía sin ser la primera. Antes, durante y después de la carrera, unos números obtenidos por unas pruebas llamadas exámenes en las que mis capacidades no se veían representadas ni valoradas, decidían mi futuro. 

Todas las semanas. 

Yo superé las pruebas. 

Mi autoestima no.

Huir de la competitividad, evitar conflictos, tocar siempre la primera fila, introvertida pero sociable... Todo lo que yo era y soy parecía atraer problemas, cuchicheos, rumores, baja aceptación y malas caras.

Siempre miradas de superioridad, siempre miradas de asco, siempre miradas de odio, sin motivo y sin sentido. 

Hay más, muchas más, muchísimas más cosas y todas las que he contado, pueden parecer nimiedades, pero si me acuerdo de ellas después de tantos años, es por algo. 

Además hace tiempo que aprendí a dejar de menospreciar lo que tiene importancia para mí, aunque al resto del mundo se la resbale.

Ahora, tras contar estas pocas historias, solo me queda el sentimiento de vacío, de tristeza, de ganas de hablar con mi yo de hace años para decirme "no va a pasar nada, brilla y conócete". También siento agradecimiento profundo para los amigos y profesores que se quedaron a apoyarme, incluso para aquellos que no hacían ni bien ni mal. Aliviasteis mi existencia. 

Pero al final, me queda una sensación primordial. Es la sensación del "típico" recuerdo de lo que yo quería ser: Invisible.

Solo quise ser invisible, lo máximo posible, pasar desapercibida, no despuntar en nada... Realmente, para el resto del mundo no lo conseguí pero llegué a intentarlo hasta el punto en el que, en cierto modo, sí que desaparecí. 

Un buen día, cuando dejé de sentirme en peligro vi que lo había conseguido, había desaparecido y no pude encontrarme ni yo. 

Porque me autoexigí tanto, en tantas situaciones, que cuando las cosas se pusieron realmente difíciles para mí, no supe perdonarme no poder. 

Me autoexigí tanto que acabé por creer todo lo que me hacía sentir mal. Empecé por meterme conmigo más que cualquier otra persona en el mundo y a tener pensamientos autodestructivos, pero conseguí decir ya basta cuando no pude más.

Lo dije como supe, de la única forma que tenía. Fue un susurro a todos los niveles y también un grito escondido con mis acciones.

-"Es que no puedo más". - Lo repetí a cada persona a la que sentía que tenía que darle una explicación de mi "tirada de toalla".

Recuerdo que hace muchos años, un profesor me dijo que eliminara el "es que" de mi vocabulario porque después de esas letras, lo único que había, era una excusa

Pero realmente, yo no quería poder más. Así que me rendí para ganar paz.

Tengo y tuve la suerte de que casi todos lo entendieron. O mejor dicho todos lo entendieron, pero cada uno a su manera.

Prometo que lo dije de la manera más suave, de verdad. Tal vez no era la mejor, no es la que recomienda ninguna página de psicología de internet, ni un buen amigo te diría "ah pues está bien hecho". O tal vez sí, no lo sé porque no lo he contado a ningún amigo, a sabéis. 

La cuestión es que tal vez todavía tenga que rendirme todos los días un poco más. Porque rendirse, "soltar" es un camino largo que te devuelve a lo principal, pero vale la pena siempre y cuando, ese camino te lleve a decir: "Ahora sí, ya puedo otra vez". 

Lo siento si hice daño al parar.

Hoy no sé que será de todos los que me han 'destrozado' en algún momento de mi vida. Pero quería decirles que no me olvido de ellos, que espero que hayan cambiado, que me alegro de que sean pasado, que sé que todavía tengo cosas que aprender de lo que me hicieron. 
Igual que sé que probablemente ellos, como la mayoría, vivían o han vivido situaciones similares... Pero que no se preocupen, que yo estoy bien y ahora ayudo a gente que pasa por esta situación, gracias a ellos que me la hicieron pasar a mí. Intentaré que sufran un poco menos y que cuiden de sí mismos un poco más de lo que lo hice yo.



Los detalles importan y mucho. Me encanta la frase que dice:

"En un mundo en el que podemos ser cualquier cosa, decidamos ser amables"

No porque la otra persona pueda estar pasándolo mal. Tal vez esté mejor que tú. No porque tengas un buen día, no porque no te hayan hecho nada para no ser amable. Simplemente se amable. Porque sí. Porque ¿Por qué no?

Vive y deja vivir, no te metas, no preguntes, deja ser, no hables de libertades cuando vas a escandalizarte por algo que tu mente no llega a comprender, no digas se y haz lo que quieras, pero en tu casa, porque tras la puerta de una casa, nadie llega a ver nunca hacia dónde se inclina la balanza. 

No hay juicio ni moral válida para quien piensa sin sentir y siente sin comprender. 

Por lo que sus actos serán tan ciegos como sus ideas.




Qué buen momento

Qué buen momento para ser una pieza más de la partida y salir del tablero. Qué buen momento para saltar, aunque sea demasiado hacia arriba. ...