lunes, 19 de agosto de 2019

Mi fuga

Me moría. Eso lo tenía clarísimo, aunque siempre sentía que me moría a la mínima que pillaba un resfriado cuando era niña, que me subía la fiebre o vomitaba. Ahí, con las arcadas del típico virus de tripa, es cuando peor lo pasaba. 

La diferencia de ese momento eran las ganas de vivir, en ese instante no tenía muchas, la verdad es que me daba igual lo que pasara conmigo, porque fuera lo que fuese lo que tenía era algo superior a mí y yo no podía decir o decidir nada al respecto.

Valky, estabas ahí. A mi lado, junto a mi cama de hospital. Con lo poco que nos gusta el olor a hospital y ahí estábamos, yo porque estaba a punto de entrar en coma y tú porque lo das todo por mí. Siempre.

-Si oigo algo, cuando me duerma, quiero que sea tu voz.
-¿Y qué te digo?
-Cuéntame como en un cuento, nuestros paseos por el monte, las barbacoas, las fotos y videos, los olores a naturaleza y los franceses turistas. 

Me miraste raro, como si fuera lo último que te fuera a decir y nada te fuera a ser suficiente.

Me preocupaba encontrarte en una cama de hospital a ti al despertar, porque te hubiera entrado un mal de verme tan crítica.

Me preocupaba si olía muy mal, con tanto medicamento, sudor y el estómago tan vacío, que bastante había ya con el tufo a hospital.

Me daba mucho miedo entrar en coma, perderme en la nada y no sintonizar con tu voz. Porque lo imaginaba así, como una de esas radios viejas a las que les tienes que dar muchas vueltas para pillar la emisora y sobre todo mucha paciencia para que capten la señal. 

Y con la primera tarde en Erlaitz como primer e irrevocable salvoconducto, recuerdo decirte: "tu voz es mi plan de fuga, así que describe con todo detalle el monte para que vuelva a sentir y despertar".

Asentiste sin más y antes de cerrar los ojos me asusté con la duda de si te obsesionarías tanto hablándome sin parar que te quedarías sin voz... porque ya sabes que te cuesta eso de hidratarte y cuidarte la garganta.

Pero esos detalles, tenía que dejarlos en tu buen juicio, porque yo ya estaba con las ruinas a mi espalda y el perfil del gigante delante de mi, sentada en esa hierba, sin frío ni calor, con tu imagen presente, iba a esperar a que me contaras todos esos recuerdos para ver si me daban ganas de volver y crear más.

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