Una vez alguien me dijo que cuando ya has aprendido todo lo que necesitas en este mundo, cuando mueres, vas a un lugar maravilloso y no tienes que reencarnarte en la tierra para aprender nada más.
Lo que pasa es que cuando conoces la verdad y has cumplido tu cometido, te enamoras tanto del mundo que necesitas quedarte o volver toda una vida para contemplar sus maravillas y dar todo el amor que sientes por el mismo.
Eso me dijiste.
Yo no sé si estoy en ese momento o si es cosa de que te tengo en mi vida, pero me encanta jugar con la espuma de mar, la que se queda en el tobillo cuando caminas por la playa.
Sonrío con las hojas secas y adoro su olor, sonido y color.
Me flipa la puesta de sol casi tanto como el amanecer y me quedo con las luces de la tarde que se encienden antes del café.
Y ahora, más que nunca, estoy aprendiendo a vivir de lo que veo y de lo que tengo. Del agarre de manos de otros enamorados, del goce de los que entienden que lo que tenemos es este segundo. Me encanto con la fuerza con la que te intentas apagar cuando puedes usar toda esa fuerza para volver a despertar.
sábado, 7 de septiembre de 2019
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