Hoy tenemos la luz que las estrellas no podían darnos para leer nuestros pensamientos en la noche, pero ahora no podemos despegarnos de la más grande oscuridad, de la de dentro, de la de verdad.
Solo espero que la luna no sienta envidia ahora que su reflejo no te sirve para alumbrar esas sombras porque querer nuca fue ni será suficiente, amar nunca es ni será la medicina sino la enfermedad.
Pero ojalá que el cariño que sientas sea sincero y ojalá te trates con la compasión que mereces recibir.
Espero que se quede ese punto, esa grieta que nadie sabe que ya se seca, espero que se riegue con el amor del último instante, ese en el que te das cuenta que no quieres que se acabe, pero el final es inminente.
Antes de que se seque tu mirada antes de que se descosa tu boca, antes de que alguien reviente en el alma de la pena, antes de eso, ojalá que se pueda perdonar tanta oscuridad, porque ya nada vuelve a ser como antes y solo queda el anhelo de lo que pueda venir nuevo.
No conoces el sendero de todo lo que siento y la vida que sientes no es ni la mitad de todo el universo que acompañará a mis arrugas.
Las que llevaré en la cara y ojalá pensar que sabré decirte una a una en que llanto surcó esa runa que se queda en mi rostro para corvar tu juicio cuando me mires.
Si algo añoras de lo que fue, espero que la costumbre se quede con tu magia y así, grabado a fuego como una cultura y a pulso de la desventura de estar vivo, encuentres con otro ser, con otra forma de sentir, con otro refugiado de la vida, un trozo de papel
y entonces haz lo que quieras con él. Pero a la vida, déjala ser.
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