Recuerdo perfectamente aquel día. No entero sino solo fragmentos que crean un todo perfecto, el todo que me ayuda a seguir a delante ahora al rescatarlo desde el pasado y valorarlo como algo futuro.
Auquel día no podía pedir más por las mojadas calles de Londres, me sentía una extranjera emocionada por las famosas lluvias londinenses, captando todos los detalles desde olores hasta los colores y marcas de los coches que pasaban, recuerdo mirar al cielo en innumerables ocasiones también. Era un cielo gris, cerrado por la lluvia pero no me hacía sentir mal, no extrañaba el sol de verano.
Era una extranjera abierta totalmente a vivir toda una vida a cada instante que pasaba. Recuerdo que la profesora que nos acompañaba me obligó a abrir mi paraguas y yo a regañadientes acepté y continué la marcha por las calles, ahora bao un paraguas rosa.
No acabamos ni la calle cuando mi profesora de nuevo se me acercó y me dijo:
-Mira ese chico de tu izquierda, está solo, parece que le cuesta relacionarse y no tiene paraguas ni chubasquero...-Mientras me pegaba un codazo.
Por Dios, yo no tenía ni 14 años y le tenía pánico a los chicos, pánico, pero antes de reaccionar mi profesora le llamó con dos palmaditas en el brazo y le dijo que se acercase para cubrirse de la lluvia.
Él lo hizo tímidamente y un poco asustado por el ímpetu de mi profesora, me dio pena.
Por romper el hielo empecé a hablarle, le pregunté su nombre en inglés pero me respondió con una cara de no entender.-Perfecto.-Pensé.-Sólo me faltaba esto para hacer la situación un poco más incómoda. Yo no podía tenerle más asco a mi profesora en aquel momento, era un odio que ahora por supuesto no comparto.
Pero entonces él lo hizo. Me hizo el primer gesto de respeto, caballerosidad y cariño de mi vida, me tocó la mano fría con la que sujetaba el paraguas y me incitó a que la guardase en el bolsillo que ya llevaba él el paraguas.
Yo desconfié, no me lo podía creer, por un momento pensé que iba a quitármelo de las manos y salir corriendo pero al contrario de todo eso se quedó a mi lado, me tapaba con el paraguas como si le fuese la vida en ello, intentando torpemente controlar la altura para que no me despeinase aunque no le costaba mucho porque era una cabeza más alto que yo, no trató rozarme ni incomodarme en ningún momento hasta el punto en el que él llevaba medio cuerpo fuera y yo totalmente protegida. Así que volví a intentarlo diciendo el mío primero y funcionó. Así lo hice con su edad, país, comida y ciudad favorita, la familia... Solo diré que era francés y tenía un año menos que yo.
Así fuimos el resto de la mañana paseando por Londres y aguantando las risitas de mis compañeras y profesora incluida por detrás.
Yo iba un poco tensa pero en una nube, nos hicimos juntos vergonzosos una foto al lado del palacio real, llegamos hasta el Big Beng y ahí acabó.
Cada uno subió a su bus y no pudimos volver a hablarnos por vergüenza. Nos veíamos por el colegio y nos saludábamos con un gesto de cabeza o media sonrisa hasta que el último día, para despedirnos yo me acerqué y le di un abrazo, un abrazo de esos importantes que das con fuerza y cariño y te devuelven con más fuerza y amor, de los que sabes que nunca volverás a tener con esa persona ni con nadie más, que se va a ir lejos la otra mitad de un "instante vital" como me gusta llamarlo a mi. Él reaccionó como si le hubiese regalado el cielo, nos separábamos y él lloró, sonrió por última vez y nos alejamos igual para siempre o igual no, quién sabe.
Volveré a hablar con él, quiero que recuerde conmigo aquella pequeña vida.
By:Kiissy
sábado, 25 de abril de 2015
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