-Hola...-Dije incorporándome del suelo.
-Hola ángel tonto.
-Me llamo Yezalel, así que me gustaría que dejases de llamarme tonto.
Aunque reconozco que me encantó la voz de reproche que me dirigía, era lo único familiar por allí.
Las paredes eran como nubes negras sin forma alguna y el suelo empedrado me hizo pensar que estábamos en el reino de las mazmorras... Si eso existiese.
Ella seguía mirándome, sentada con las piernas cruzadas y con un golpe en la cara.
-¿Como te llamas tu.?
-Sheila.
-Sheila... Creo que tengo a una amiga tuya por aquí...
Busqué entre mis cosas esparcidas por todo el suelo, la encontré y Sheila se lanzó a mis brazos con una exaclamación.
Más bien... Me la arrebató de las manos.
-¡Daisy! ¡Ho genial, está perfecta.!
Reí de corazón como antes de consumir la llama.
-Gracias.-Dijo abrazando a su muñeca.
-¿Ya no soy un ángel tonto?
-Ho, no eso lo sigues siendo... Por tu culpa estamos aquí.
-¿Qué? Espera... ¿Como sabes que soy un ángel?
-Me lo dijo mi mama y anoche cuando te fuiste me dijo que no volviese a hablar contigo.
-¿Quién es tu mama?
-Ella es un ángel, se llama Lilith. Y ahora no puedo hablar más contigo, se lo prometí a mama.
Acurrucada en la esquina de la habitación se puso a jugar con Daisy y me dio tiempo a pensar.
No podríamos salir de allí y mi mayor preocupación era que la habitación no tenia puertas y el techo era del mismo material de las paredes como un conjuro negro o algo así...
Si nos dejaban allí moriríamos de hambre. Pero si no... No quería imaginar la de cosas que podrían hacer con nosotros...
Pensaba en esto acariciando la electricidad que cubría las paredes y así me quedé dormido.
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-Tss, tss...
-¿Hum...?
-Despierta Yezalel...-Me dijo entre susurros.-Creo que viene alguien... ¿No lo sientes?-Dijo angustiada.
Y tenía motivos para estarlo, a los humanos la presencia de vampiros les daba mareos y vómitos... Una experiencia verdaderamente desagradable...
A los pocos minutos pude escuchar unas voces que venían de... Bueno, de algún sitio... Y juro que no estaban en mi cabeza.
Seguía recostado en la pared y una descarga me lanzó hacia delante sacando un gruñido.
-¿Pero que...?
-¡AH!¡YEZALEL!
-¡Sheila!
La nube de la pared la había rodeado por la cintura y la sostenía a un metro del suelo.
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