Me la quedé mirando sin saber bien que decir. La noche se apoderaba de mi y ella seguía sentada en el suelo con las piernas estiradas sobre la hierba. Intuía que esa imagen estaba solo en mi cabeza.
Las horas transcurrieron sin mayor esfuerzo entre los intentos de no caer dormida y de pensar algo lúcido que evitara que el problema siguiera a la mañana siguiente.
No tenía miedo pero seguía alerta. Sabía que toda ella era fachada. Su ropa, su pelo su maquillaje, esas pintas de macarra para ser una... Mi pensamiento quedó interrumpido de nuevo, porque sus manos decidieron moverse rompiendo un silencio de porcelana.
Entre los dedos tenía flores tatuadas, lavanda, claveles y amapolas. Cogió unas rosas que aparentemente habían estado bajo sus pies todo este tiempo y las arrancó con el tallo largo para metérselas por sus medias de reja.
Me asusté.
-Te vas a hacer daño... tienen espinas.-Dije con voz adormilada y preocupada.
Por primera vez me sonrió y siguió su labor de llenarse esas medias, que tan mala impresión me daban de ella, con flores de todo tipo que iba sacando de sus dedos y arrancando las que mágicamente aparecían del suelo.
Definitivamente estaba soñando, pero no entendía cómo si todavía no me había dormido.
domingo, 12 de mayo de 2019
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