jueves, 2 de mayo de 2019

Daño

Siempre me he hecho daño, por no defenderme, porque si no buscas no encuentras pero tampoco mejoras; si no arriesgas no pierdes, pero tampoco ganas.

He tenido costras en la cabeza por rascarme sin control antes de un examen, cuando sentía rechazo todos los días en el patio del recreo, cuando salía de excursión, en las colonias, en la academia, en las actividades exraescolares hasta que... Natación. El agua. Una brazada, ahora otra, sigue. Mueve las piernas o te hundes. Más rápido que viene el de atrás. Más largo que el profe mira. Eres suficiente, eres de las buenas. Silencio absoluto y en ese momento descubrir que bajo el agua hay unos instantes en una vida sin palabras de odio ni miradas de rechazo, solo gorros de colores, gafas de buceo y la posibilidad de nadar, ahogarse o flotar.

Ahora, de todo aquello, solo queda el ruido del silbato del monitor que te hacía tirarte de cabeza sin pensar en nada más. 

Los chapoteos se han sucedido por teclas de ordenador, el dolor en el pecho por ardor en el cerebro, el estómago vacío por sopa picante y los labios cortados por pipas sin sal. No es poesía, es una realidad más allá del estudiante, del que busca empezar una vida y no depender de nadie. 

Quien busca amar, jugar, sentir y recordar sin llamas, sin armas, sin cuerdas ni amarras. Porque no habéis venido a rescatarme. No estuvisteis cuando necesité que me dijeran que nadase, que no me ahogara... Ahora no estáis para decirme que esas costras solo son las corazas de unas heridas pasadas que solo sangran por mi insistencia en volver a ellas con las uñas... 

Porque yo siempre las he visto más como esos pensamientos que no sé callar, que en vez de por la boca por arriba intentan escapar.

Siempre me toca a mi, ocuparme de este templo en el que solo ha entrado de la rosa mi futuro, desde los pétalos hasta las espinas, porque ese es mi fruto. Y eso es muy injusto cuando las ganas de hundirme y la tinta roja de mi pelo las provocáis vosotros que leéis lo que os conviene, comentáis lo que me hiere y destrozáis un cuerpo sobre el que mandan los pensamientos y sentimientos que provocáis en él. 

Porque cuando un cuerpo muere, la mano que se auto lesiona y los dedos que aprietan el gatillo no son los asesinos.



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