Las brujas acaban de celebrar el Yule y esperan el camino de la luna y el progreso del Sol.
Como ellas, yo cierro ciclos y me lanzo a mi propio pantano que siempre ha sido escribir sin sentido en este encuentro.
Me doy cuenta de mis errores y malas decisiones. Me distraigo con las risas de mi lado porque es lo único que me levanta el ánimo.
Me acuesto sobre los días que van pasando y su mirada de ánimo desenfunda el marco de plata en el que yace la fotografía de lo que fui algún día.
Hasta que no lo soporto más y me recuesto en el tronco de un árbol dónde cuento de dos en dos hasta llegar al 60 y así me despierto y encuentro el próximo año. Lleno de saltos, que se confunden entre los múltiplos de 5 y no encuentro el paso que va a mi par...
Me derrumbo, pero tengo el tronco que me aguanta, la casa que me guarda, el perro que me ladra y la madre que me parió para darme la mano y decirme: "Con lo que te he dado haz lo que quieras, busca tu futuro, yo siempre estaré aquí".
No pasa nada, no será tan malo, ahora puedo ver la belleza aquí, hasta en mi mano.