martes, 8 de enero de 2019

Escaleras de palacio

Hay una brújula rota, hay madera a la deriva y en uno de esos surcos
hinchados de agua, apocinada en el alquitrán y la espuma, descubro
la cal entre mis algas. Veo que soy suya, que el mar es lo que es por
lo que vive en él.

Por todos sus peces y sus mareas.


Que soy tú por vivir tú en mí. Intenta quitarme de ti, que morirás en mi.


No me asusta el cambio, no me asusta tu pensamiento, no grito por ti,

no es miedo no me queda fuerza me desborda mi alegría y mi tristeza
y me quema la cabeza, parece que no haya avanzado nada de cuando
era un simple desecho en una isla desierta. 15 años, qué tragedia.

Hay unas escaleras de palacio. Escalofrío y sueño.

Son de rocas con hiedra y unas vistas a kilómetros hacia el otro
lado del ventanal por donde veo llegar a las almas que buscan
el perdón a las puertas de tu iglesia.

Esas escaleras no llegan a ninguna parte, son una construcción
cuyo fin acaba en el sueño de miles de feligreses.

Al final, se ve su estructura, de piedra y cristal.

Dime capellán ¿cómo vas a confesar a todas
esas almas cuyo único pecado es el de sentir?

"La humanidad no tiene lacra, la humanidad os tiene a vosotros"
espetó entre dientes la chica de cal y algas, su fuego nacía y el aire
la llevó a destronar el rosario veinte veces de su pecho, para barrerlo
con furia entre sus dedos.



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