Estás ahí delante. Ojalá verte desde mi habitación, pero el balcón no da a mi puerta. No debería de importar porque yo debería de estar mirando por el mismo balcón a tu lado, o detrás de ti, o delante o simplemente estar ahí, mirándote a ti. No entiendo por qué no te gusta que te mire. No sé como no notas que te miro como si fueras lo único que está sujetando mi mundo en ese momento.
Mirada triste de la niña de ojos azules por la noche. Mirada clara de la misma niña por la mañana cuando está impregnada de ti. Juro que tus ojos son el cosmos más especial que he visto. Me gusta como vibran los colores caramelo y oro. Estrías verdes en un centro anaranjado salvaje, como un atardecer en África y eso que no he visto uno ahí en la vida. Ahora no necesito ir a otro continente porque siempre voy a poder mirarte y como tú dices, los ojos no envejecen.
Pero yo sí lo haré. Contigo.
Tienes miedo y yo tengo celos. Tienes inseguridad y yo tengo dudas. Y cuando me abrazas como solo tú lo has hecho, me siento completa, se va todo, siento alas y te siento a mi lado. Como me quieres cerca, como me das la mano, como me abrazas y poder dormir contigo. Descansar a tu lado. No pensé que yo sirviera para dormir con alguien abrazado. Y así llegas tú. Estrellándote conmigo y fundiéndote en mis brazos como si el único susto que pudiera darte es el de dejarte, que es lo más triste y erróneo que podría hacer en mi vida, o el de ponerme detrás de ti a la tercera calada de tu cigarro y aparecer por sorpresa para abrazarte mirando al horizonte.
No es lo mejor escrito, no he dormido, sigo sin poder dormir. Pero quiero dejar esto, un día tan especial como hoy o ayer, o no sé. Todo. Gracias. Te quiero se está quedando muy pequeño.
Musa.
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