Él murió hace tiempo. Sacó un arma de su cinturón y arrancó un fusil de su corazón.
Desatando el miedo en su cobardía y lanzando una mirada moribunda.
Los días pasaron en un ambiente enrarecido entre lutos y corazón partido.
Las alas cortadas del ángel de piedra sobre su descanso eterno desvirtúan año tras año el amor que sintió el soldado.
Este es el mero placer de seguir publicando, de desvanecer preguntas y de seguir caminando.
La realidad de la alas de piedra son mis alas cortadas, con manos de en hiedra y pétalos en las cuencas.
-Al menos- pensó desde su losa,- no me las han quemado.
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