El infinito es el hueco del sofá entre el respaldo y mi cuerpo en el que quieres estar cuando te duele respirar.
Las flores solo crecen en las esquinas de las ciudades, en esos rincones en los que parece que el tiempo no pase.
Bebe de rayos de sol y gotas de lluvia. Nada de lágrimas que apagan cenizas. Su vida en las manos de un asfalto vacío.
Sobre él, por la noche se hace frío y se vuelve mujer, niña infravalorada en un desdén de emociones y ahí se deshace.
Esa flor fuerte, se desvela en dientes de león, que lejos de ser frágiles saben volar fuerte.
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