Corté por lo sano haciendo lo correcto aunque parecía que fuera lo más despiadado y liberador del mundo. Como todo acto consciente de rebeldía.
Así acabó una historia y empezó la otra porque así es la vida, no te pregunta si quieres pasar pagina, te arranca los capítulos del corazón y de las lágrimas que lloras saca la tinta para escribir el siguiente.
Los días se hicieron más indecisos y vacíos. Con una total carencia de sentido y aún retumbando los aires de libertarismo en mis espaldas como en un eco de venganza, caí en depresión.
Fui a confiarle mis miedos a un profesor que vivía casi puerta con puerta de mi antigua casa, pero para guardar los formalismos protocolarios que me había pasado toda una vida admirando, le mandé un correo pidiendo una tutoría de consolación y él, como si fuera el teléfono de la esperanza me recibió con la puerta del despacho abierta y con un vasito de café sucio en la mesa. Era pronto hasta para él.
Fue un buen intento de mejora, pero mi mente, que no había descansado ni dos minutos de rumiar lo que no debía desde hacía más de 3 meses, desahució la idea de recomponerse en cuanto se sentó frente a ese vasito de máquina vacío.
No fue por falta de ganas sino de recursos. “Igual tú lo que necesitas es abrirte una floristería y hacer actos de caridad, porque eres muy humana, aunque solo he sido tu profe un año y no te conozco mucho”. A pesar de las trampas de mi mente me aferré a eso con uñas y dientes. La floristería y mi humanidad.
El agotamiento cambió el rumbo pero no de cama. Yo seguía hastiada y cada vez la vida me ponía más realidades en frente de las narices y mi cabeza los convertía en monstruos horribles e invencibles.
La única solución era pasar de la rebeldía a la revolución.
Así que intenté alcanzar todo lo que tan atrás me quedaba ya: esos amigos del colegio; los hobbies que me mantenían ocupada; las ilusiones de niña... Traté de compaginarlo, con muy poco éxito, con la persona en la que me había convertido dentro y fuera de esa burbuja de frustración, ira, desesperación, baja autoestima y tristeza.
Hice mil esquemas, dibujos y textos. Plasmé con líneas y puntos dónde estaba y a dónde quería llegar. Pero todo era hipotético porque, los hechos objetivos no me definían dentro de esa burbuja. Es decir, un título universitario y unos cuantos niveles de idiomas, un DNI o cuatro pasatiempos eran incapaces de representarme.
Así que cuantos más esquemas hacía más me daba cuenta de que no sabía dónde estaba ni tenía ganas de llegar a ningún lugar.
Además, el hecho de lidiar con la rebeldía y la revolución estaba haciendo más mella en mí de lo que mi mente era capaz de soportar. Ni mi mente, ni la convivencia en mi casa con mis padres.
Así, retomé más sincera que nunca la escritura y mi vida.
En casa propuse abrirme una floristería. Mucha gente cercana a la familia se estaba muriendo y me pareció buen momento para sacar la idea a coalición. En los funerales siempre hay flores y además, mi padre, en un acto de desesperación por soportarse a sí mismo y a su hija desviada empezó a comprar un par de rosas periódicamente como remedio chamánico.
A lo de la floristería me respondieron con una negativa porque ahí la competencia era muy dura y casi todas las floristerías quebraban.
También propuse ser profesora de clases particulares, pero mi madre dijo que eso no era algo serio y que no estaba yo para aguantar a niños rebeldes y que los padres me culparan de sus suspensos.
Quise irme al extranjero a un intercambio para mejorar mi inglés, pero es que eso no lo veían de provecho y “gastar por gastar es tontería, eso no te va a dar trabajo”.
Pedí ir al psicólogo y me dijeron que no lo necesitaba. Esa noche, igual que las últimas dos semanas, me dormí clavándome las uñas en la palma de la mano porque sentir ese dolor aliviaba mi mente.
Encontré a una persona, entre mi auto odio, mi frustración, mis dramas familiares, mi depresión y crisis existencial en general... así que más que una persona yo la percibía como un ángel.
Se convirtió en mi novia. Y ella se convirtió en un cúmulo de decepción, miedo, frustración, crítica y presión de mis padres hacia mí, porque resulta que la vida me guardaba una sorpresa más (aunque no sería la última) y es que, a pesar de tener amigos homosexuales, haber aceptado en casa a amigos míos homosexuales y de ser personas de enorme corazón, que su hija fuera bisexual era un tremendo error de la naturaleza. Así es como los monstruos de mi realidad empezaron a tener cara, a dormir literalmente en mi casa y se llamaban papá y mamá.
Con mis percepciones trastocadas, mi vida revuelta, todas mis 'erróneas decisiones' según el parecer de las personas que más me importaban... sumadas a mi carácter introvertido con tendencia a la ansiedad social...
Aún tenía yo los ovarios de responder "Bien" cuando me preguntaban "¿Qué tal?".
La moral ya no existía para mí, porque por muy bien que tratara de hacerlo todo, nada parecía estarlo y solo sentía que hacía daño al mundo. Así que empecé a soñar con matar a todo el que me hacía sentirme mal y eso por supuesto me incluía a mi misma.
Aunque hay muchas partes de mi carácter, como mi inseguridad e indecisión, que no he mencionado a pesar de su importancia, esto puede considerarse un buen resumen de cómo empezó mi historia.